Sediento de Dios

Sediento de Dios

“Eterno, Tú eres mi Dios; Te busco, mi alma tiene sed de Ti, mi cuerpo te anhela, como tierra reseca y sedienta que no tiene agua”. (Salmos 63:2)

Por Adam Eliyahu Berkowitz

Traducción y/o paráfrasis: drigs, CEJSPR

En mi opinión, la frase “milagros modernos” es un término que está muy  poco utilizado. Nos beneficiamos de ‘milagros’ a cada instante. Miren, con el toque de un dedo, una habitación queda totalmente iluminada. Si realmente tuviéramos que hacer toda la comida que llena nuestras alacenas, estaríamos trabajando día y noche. Luego, nos sentamos casualmente en nuestra sala y volamos por la tierra a una velocidad impresionante y hasta podemos volar por el aire utilizando artefactos de realidades virtuales.

Menos que cualquiera de estas maravillas es la capacidad de producir agua con solo girar una perilla a cualquier hora del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año. Pocas personas en el mundo desarrollado han experimentado sed sin tener acceso al agua.

Este ‘milagro’ es, quizás, más apreciado en Israel que en otros países desarrollados.

Israel es un país árido. Las precipitaciones son más ligeras en el sur, alcanzando alrededor de 1 pulgada por año en el valle de Aravá al sur del Mar Muerto, mientras que el norte acumula hasta 44 pulgadas por año en la región de la Alta Galilea.

Toda la lluvia de Israel cae durante los meses de invierno, permaneciendo completamente seco durante al menos cuatro meses del año. Como tal, las oraciones judías cambian con las estaciones, y la oración por la lluvia se reza solo en invierno. Dado que Israel no tiene una fuente de agua natural, dependemos completamente de Dios para el agua, y se considera que la cantidad de lluvia que cae está directamente relacionada a una buena o no buena relación entre Dios y el pueblo judío.

Cuando David huyó de Saúl, corrió al desierto de Judá, un área notoriamente seca. El Salmo 63, por lo tanto, comienza enfocándose en la sed.

“Eterno, Tú eres mi Dios; Te busco, mi alma tiene sed de Ti, mi cuerpo te anhela, como tierra reseca y sedienta que no tiene agua”. Salmos 63:2

David experimenta el deseo físico del agua en “una tierra árida y sedienta”. Pero significativamente, tiene un mayor anhelo espiritual por la presencia de Dios, el que describe con la frase, “mi alma tiene sed de ti”. David reconoce la amenaza de la escasez de agua, pero dice que ésta palidece en comparación con la ausencia de la presencia de Dios. Su sed física se convirtió en una prueba espiritual, expresada en términos espirituales.

La Torá, la palabra de Dios, a menudo se compara con el agua. Cuando Isaías declaró: “Oh, todos los sedientos, venid por agua…” (Isaías 55:1), los sabios enseñan que se está refiriendo a la Torá. Como tal, los sabios ordenaron que la Torá se leyera tres veces por semana, ya que aprendemos de la Biblia que los judíos en el desierto no podían pasar tres días sin agua (Éxodo 22; Baba Kama 82a).

Otra comparación señala, que así como un pez no puede vivir fuera del agua, tampoco la nación judía puede existir sin la Torá (Talmud Berajot 61b).

Los sabios, profundizan aún más en la comparación entre el agua y la palabra de Dios (Midrash Rabbah Song of Songs):

“La Torá ha sido comparada con el agua; Así como encontramos agua por toda la superficie de la tierra, también encontramos la Torá.

El agua nunca cesará de este globo, tampoco cesarán las leyes de Dios.

El agua viene de los cielos, y la Torá vino del cielo.

El agua limpia las impurezas y las leyes de Dios hacen lo mismo.

El agua que desciende por gotas puede formar un río, y también la Torá: si un hombre adquiere la Torá poco a poco, eventualmente puede convertirse en un gran erudito. Un hombre de distinción no pensará que está por debajo de su dignidad pedir agua al individuo más mezquino, ni es demasiado grande para despreciar la instrucción de la persona más insignificante, y pedirle: enséñame un capítulo, un dicho, un verso, incluso una sola letra.

Uno puede ahogarse en el agua si no sabe nadar; así que, a menos que uno posea un conocimiento profundo de la Torá y todos sus significados, uno puede ahogarse en ella”.

Sí, a David le faltó el agua en el desierto. Pero su sed física se desvanece en comparación con su sed de Dios.

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