Metzora: Nega’im – Un estudio en contrastes

Metzora: Nega’im – Un estudio en contrastes

Basado en las enseñanzas del Lubavitcher Rebe, el rabino Menachem M. Schneerson

Traducción y/o paráfrasis: drigs, CEJSPR

En la porción de la Torá de Metzora, Di-s notifica al pueblo judío que “cuando lleguen a la tierra de Canaán, que les doy como herencia, colocaré negah tzora’as [la marca de la maldición similar a la lepra] en casas en la tierra que heredaste.” (1)

Según el comentario de Rashi (2) —basado en Midrash (3)“Esta fue una buena noticia… porque los amorreos escondieron tesoros de oro dentro de los muros de sus casas… como resultado de la negah, las casas fueron arrasadas y se encontró el tesoro”.

El Zohar, (4) después de mencionar esta misma razón para el nega’im en las casas, continúa mencionando una razón aparentemente contraria: dado que los cananeos eran notorios idólatras, sus casas eran espiritualmente impuras. Los nega’im encontrados allí hicieron que los judíos arrasaran estas casas, eliminando así la impureza.

Como se puede ver en el texto del Zohar, el nega’im en las casas fue el resultado de estas dos razones: (5)

a) Apareció para derramar abundante bien sobre los nuevos propietarios;

b) Apareció como resultado del alto grado de impureza espiritual que se encontraba dentro de las viviendas.

Además, es evidente que “en las casas” no se refiere a todas las casas; de hecho, Chinuch (6) afirma que los nega’im se encontraron solo en una minoría de las viviendas.

Pero la mayoría, si no todos, los cananeos eran idólatras, y como tales, había impureza espiritual en todos sus domicilios. Siendo esto así, ¿por qué no fueron afligidas todas sus casas?

La razón es que hay diferentes niveles de impureza espiritual. Cuando la impureza espiritual no era tan grande, se disipaba cuando un judío, con su santidad inherente, entraba a la casa, o al menos cuando colocaba una mezuzá en la puerta. Fue precisamente en aquellas casas en las que se encontraba un mayor grado de impureza espiritual debido a la conducta totalmente impura de los habitantes que aparecían los nega’im. Para eliminar este alto grado de impureza, la casa tuvo que ser demolida.

De acuerdo con lo anterior, sin embargo, nos encontramos ante el extraño hecho de que los “tesoros de oro” se encontraban precisamente en aquellos hogares donde la impureza espiritual era mayor. ¿Cómo debemos entender esto?

Una anomalía similar se encuentra con respecto a los nega’im en general: la impureza espiritual de los nega’im era tan severa que la persona afligida tenía que vivir en total aislamiento para evitar que contaminara a los demás. Por otro lado, el propósito de nega’im era lograr una elevación espiritual dentro de la persona. Por lo tanto, el Rambam afirma (7) que los nega’im no fueron un fenómeno natural, sino que surgieron para que los judíos se arrepintieran del pecado de la calumnia.

Dado que un penitente está en un nivel aún más alto que un tzadik, (8) se deduce que el propósito de la grave impureza espiritual de nega’im era elevar al individuo afectado a un nivel supremamente alto.

Fue por esta razón que los “tesoros de oro” llegaron a los judíos a través de nega’im, y específicamente, a través de las viviendas más impuras de los cananeos, porque esto estaba de acuerdo con la naturaleza general de nega’im: desde un descenso a los niveles más bajos alcanzó un grado de elevación al más alto de los niveles.

Este concepto fue demostrado por los nega’im que afligieron a las casas, donde era evidente para todos ver que el propósito de los nega’im era el ascenso espiritual, incluso para proporcionar al judío un tesoro físico.

Es por eso que el versículo dice que fue Di-s quien colocó los nega’im en los hogares, porque sus buenas intenciones fueron reveladas a todos, demostrando así que venían de lo alto.

NOTAS

1. Vaikrá 14:34.

2. Ibíd.

3. Vaikrá Rabá 17:6.

4. Tazría 50a.

5. Véase también el comentario de Nitzutzei Oros sobre el Zohar.

6. Mitzvá 177.

7. Conclusión de Hilchos Tumas Tzora’as. Ver también Likkutei Torah, Tazria, Maamar titulado Adam; Likkutei Sichos, vol. XXII, pág. 72.

8. Véase Berachos 34b; Rambam, Hiljot Teshuvá 7:4.

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