Tzav – La lección de la ofrenda por el pecado
Por el rabino Pesaj Wolicki
Traducción por: drigs, CEJSPR
“Ordena a Aarón y a sus hijos lo siguiente: Este es el rito del holocausto: el holocausto en sí permanecerá donde se quema sobre el mizbayach toda la noche hasta la mañana, mientras el fuego en el mizbayach se mantiene encendido”.
(Levítico 6:2)
Gran parte de la porción Tzav de la Torá de esta semana trata sobre varias ofrendas de sacrificio por el pecado. Estas ofrendas debían ser traídas por los transgresores como la forma de lograr la expiación por el pecado. Los diferentes tipos de ofrendas por el pecado dependen de los diferentes tipos de pecado, la manera en que se cometió el pecado en cuestión, y a veces, quién lo cometió.
A primera vista, todo el cuerpo de leyes relativas a los sacrificios de animales es peculiar. Ciertamente somos conscientes de que la mayoría, si no todas, las sectas paganas incluían alguna forma de sacrificio en sus rituales de adoración. Es imposible no notar la similitud entre el judaísmo y los antiguos paganos en este sentido. De hecho, Maimónides (siglo XII) va tan lejos como para sugerir que esta similitud es la razón por la que la Torá nos ordena realizar sacrificios.
“… y como en aquella época el modo de vida generalmente aceptado y acostumbrado en todo el mundo y el servicio universal en que nos criaban consistía en ofrecer diversas especies de seres vivientes en los templos en los que se erigían imágenes,… Su sabiduría , exaltado sea, y su plan de gracia, que se manifiesta con respecto a todas sus criaturas, no requirió que nos diera una ley que prescribiera el rechazo, el abandono y la abolición de todos estos tipos de culto… Por lo tanto, Él, exaltado sea, permitió que subsistieran las clases de adoración antes mencionadas, pero las transfirió de cosas creadas o imaginarias e irreales a Su propio nombre, exaltado sea, mandándonos practicarlas con respecto a Él, él sea exaltado.” (Guía de los Perplejos III:32)
En otras palabras, Maimónides afirma que los sacrificios de animales estaban ordenados en la Torá debido al hecho de que los hijos de Israel en ese momento estaban acostumbrados a adorar con sacrificios de animales, y por lo tanto, también se sentirían más cómodos adorando a Dios de esta manera.
Si bien existe una similitud entre la Torá y el paganismo con respecto a los sacrificios, existen varias distinciones importantes entre las tradiciones sacrificiales paganas y los sacrificios presentes en la Torá.
Una de estas distinciones se relaciona con las ofrendas por el pecado. En las culturas paganas, se traían sacrificios con una variedad de propósitos. Con respecto al pecado, la idea era que el dios o los dioses estaban enojados por el pecado. Para apaciguar al dios enojado, se debe hacer una ofrenda. En tales casos, la víctima a menudo era humana. La víctima sería a menudo el mismo pecador. Una vez que se ha realizado el sacrificio, el dios enojado ha sido apaciguado volviendo todo a la normalidad. En este sistema, la relación de una persona con el dios consiste en evitar enojar al dios y en ofrecer regalos para mantener al dios feliz. Además, en una situación en la que el pecador mismo fue sacrificado, es obvio que la posibilidad de arrepentimiento quedó fuera del panorama. Por cuanto podemos entender, la muerte del pecador en tales casos como castigo por el pecado, no hay lugar para una distinción entre penitencia y castigo.
La palabra hebrea para sacrificio es korban. Una traducción etimológica precisa de esta palabra sería “lo que se acerca”. Una persona que peca ha lacerado su relación con Dios. Entonces, Eel propósito de la ofrenda es “acercarse” a Dios, restaurar la relación.
A diferencia del concepto pagano de sacrificio, un korban no persigue apaciguar al dios enojado. Vemos esto más claramente en el hecho de que una ofrenda por el pecado solo se trae cuando se cometió un pecado sin intención. La Torá lo establece explícitamente. Por otro lado, si una persona peca intencionalmente, no puede expiar ofreciendo un sacrificio.
Piénsalo. A primera vista, esto puede parecer contrario a la intuición. Un pecado intencional no puede ser expiado con una ofrenda de sacrificio. Si el propósito de un sacrificio es apaciguar al dios enojado, tendría más sentido que los pecadores intencionales trajeran las ofrendas. Seguramente, un pecado premeditado enoja a Dios más que un error involuntario.
Los paganos entendieron la importancia de la penitencia pero carecían del concepto de arrepentimiento. La idea básica donde se plantea que quien peca debe enmendarse y volver a una relación sana con Dios, les resultaba desconocida. El único problema con el pecado, para los paganos, es que los dioses están furiosos. Haz felices a los dioses con uno o dos regalos y se olvidarán del pecado.
La Torá lo ve diferente. Un pecado no intencional, a diferencia de uno que es premeditado, es el resultado de una falta de atención a Dios. El que peca por error no se rebela descaradamente contra Dios. Más bien, la falta de conciencia de Dios por parte del pecador llevó a un pecado que a su vez causó una distancia espiritual entre el pecador y Dios.
Afortunadamente, el pecador no está condenado para siempre. La relación con Dios puede ser reparada. Solo necesita traer un korban, para acercarse a Dios. Debe reconstruir su conciencia de Dios para que no vuelva a dar un paso en falso en el futuro.
El enfoque de nuestro propio crecimiento religioso debe hacerse eco de esta lección. Debemos entender que la respuesta óptima a nuestros propios pecados es el arrepentimiento en lugar de la penitencia. Si pecamos y luego tratamos de pagarle a Dios dando algo de caridad con la esperanza de que borrará el pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos. Dios no se puede comprar. Hasta que los caminos pecaminosos hayan sido descartados y reemplazados por la adhesión a la voluntad de Dios, la distancia permanece.
A veces, cuando nos distanciamos de aquellos que se preocupan por nosotros, ya sean nuestros padres, Dios o cualquier otra persona, nuestra inclinación es a alejarnos aún más para no enfrentar el problema. Esta alternativa no es una solución y nunca conduce a un resultado armonioso. Recomprar su amor con regalos probablemente tampoco sea suficiente. El enfoque adecuado, y más difícil es “acercarnos” a aquellos de quienes nos hemos distanciado; para abordar y reparar la relación cambiando nuestro comportamiento. El resultado es una relación más fuerte, más comprometida y más libre de sentimientos de culpa. Esto es arrepentimiento. Así es como nos relacionamos con un Dios que se preocupa por nosotros, en oposición a un Dios a quien no le importa y que simplemente debe ser apaciguado cuando está enojado.
Cuando nos sacrificamos no renunciamos a nada. De lo contrario. Solo ganamos. Nos acercamos e intimamos más con Dios.