¿Renunciar a su vida por Di-s?

¿Renunciar a su vida por Di-s?

Por Rabino Simon Jacobson

Traducción y/o paráfrasis: drigs, CEJSPR

¿Servir a Dios significa que tienes que sacrificar tu vida por Él? ¿Es estar de acuerdo en ser alguien que no eres? ¿Se trata de borrar tu personalidad?

Si esto suena poco atractivo, no es de extrañar: no solo está mal, es un anatema para los fundamentos mismos del judaísmo. En el tercer libro de la Biblia llamado Vayikra (Levítico), aprendemos el enfoque por excelencia de cómo todos y cada uno de nosotros podemos y debemos servir a Dios. Pero en lugar de presentar una imagen serena de ensoñación espiritual, el libro de Vayikra revela un tema que es más probable que provoque confusión (incluso repugnancia para algunos) ¡que sublimidad! En este Libro, entramos en el mundo sangriento del gran altar en el Templo Sagrado (Beis HaMikdash) donde el pueblo israelita llevó sacrificios de animales a Jerusalén para expiar sus pecados. ¿Qué posible conexión podría tener esta matanza de bueyes y ovejas con el establecimiento de una relación satisfactoria con Dios?

El Rambán, un comentarista clásico de la Torá, nos dice (Levítico 1:9) que cuando una persona tenía que traer un korban (sacrificio animal) para ofrecerlo en el Beit HaMikdash, “una persona tenía que imaginar que lo que le estaba pasando al animal debería haberle estado pasando a él o ella”. Dado que somos nosotros los que necesitamos ser limpiados de nuestras malas acciones, una limpieza de nuestra sangre, nuestra carne y nuestra grasa, Dios en su gran misericordia nos dio una alternativa: podríamos reemplazarnos con un animal, un animal que soportaría este proceso en nuestro lugar.

La Torá no es una lección de historia antigua; cada una de sus palabras es eterna y relevante para cada uno de nosotros en todos los días y épocas. En un mundo sin templo, debemos profundizar un poco más en la Torá para descubrir la relación de estos sacrificios con nuestras vidas contemporáneas.

Hay dos fuerzas polares dentro de cada uno de nosotros: una fuerza que desea los placeres materiales y una fuerza que anhela la espiritualidad y la Divinidad. En pocas palabras, nuestra búsqueda de propósito, de significado, de servir a Dios está en constante desacuerdo con “el animal” en nosotros/as. O sea, la parte de nosotros que preferiría satisfacer nuestras pasiones egoístas que contribuir con nuestro tiempo y recursos a una causa superior. La centralidad de las ofrendas de animales en el Templo refleja la esencia de nuestro propósito Divino: someter el animal que llevamos en nuestro interior a Dios.

Ahora, cuando leemos cómo una persona trajo un sacrificio sobre el altar: “Adam ki yakriv mikem…”, encontramos un curioso giro de palabras. En lugar de decir: “Cuando uno de ustedes traiga una ofrenda”, la traducción literal es: “Cuando una persona traiga una ofrenda de ustedes”. El “de ti”, nos dice que al traer un animal para ser sacrificado en el altar, en realidad estamos trayendo al altar el animal está en nosotros.

Ofrecerte a ti mismo, el animal que hay en ti, a Dios es la piedra angular de todo judaísmo, pero ¿cómo se logra esto? ¿Aplastas la pasión y el placer animal en ti, y vives una vida sombría de privación y miseria? La respuesta está en la derivación de la palabra korban. Si bien korban a menudo se traduce como “sacrificio”, la traducción real de la palabra proviene de la raíz de la palabra kiruv, la cual significa “acercarse”.

Nos convertimos en un korban al “acercar” la esencia pura del animal en nosotros a Dios. No lo aniquilamos, no lo aplastamos, lo usamos para que nos ayude a acercarnos a la Divinidad, a trascender nuestros límites y acercarnos al propósito por excelencia para el que fuimos creados. Un animal no puede comportarse de otra manera que no sea como Di-s lo creó. Los toros son agresivos, las ovejas son perezosamente autoindulgentes y las cabras son tercas. Pero el animal en nosotros tiene una opción. Podemos ser un “matón” detestable o podemos canalizar nuestras pasiones hacia un asertivo amor por Dios. Podemos complacernos, en semejanza a las ovejas, en la lujuria del placer’; o podemos obtener placer en ayudar a otros y vivir una vida llena de signficado.

En el corazón de cada fuerza en nuestras vidas, incluso las que manifiestan una expresión negativa, se encuentra un núcleo que puede ser dirigido a una causa constructiva y piadosa. Lo que “sacrificamos” es el objeto de nuestros deseos, las actitudes inmaduras o estrechas que asumimos, nuestra ignorancia y nuestros puntos ciegos, para que nuestra naturaleza esencial pueda emerger, tal como “sacrificas” las malas hierbas para permitir que las flores emerjan.

¿Deberíamos “entregar” nuestra vida por Dios? ¡Ciertamente no! Eso es sacrificio. No debemos renunciar a nuestros talentos y comportamientos dados por Dios; debemos acercarlos a su estado más puro. Cuando te conviertes en un korban, tienes la oportunidad de transformar cada aspecto de ti mismo, para convertirte en la mejor persona que puedas ser; una persona que ya no camina entre las bestias, sino de la mano de Dios.

La historia del korban en el libro de Vayikra nos enseña que servir a Dios no se trata de auto aniquilación sino de auto realización.

¿Renunciar a su vida por Dios? ¡No, gracias!

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