¿Favoritismo divino?

¿Favoritismo divino?

Por Rav Kook

Traducción y/o paráfrasis: drigs, CEJSPR

La queja de los ángeles

La última bendición de Birkat Kohanim, la bendición sacerdotal, es una petición de que Dios sea indulgente al juzgarnos:

” יִשָּׂא ה’ פָּנָיו אֵלֶיךָ — Que Dios alce Su rostro hacia ti” (Núm. 6:26).

“Levantar el rostro” es una expresión idiomática hebrea para mostrar consideración especial, especialmente por parte de un juez. ¿Es justo que el pueblo judío sea juzgado con indulgencia, más que otras naciones?

De hecho, el Talmud (Berajot 20b) relata que los ángeles plantearon esta misma pregunta.

              “Los ángeles ministradores le preguntaron al Santo, ‘Señor del Universo, está escrito en Tu Torá (Deut.          10:17) que Tú no muestras favor ni aceptas sobornos. Y, sin embargo, le muestras especial             consideración a Israel, como está escrito: ¡Que Dios alce Su rostro hacia ti!

              Dios les respondió: “¿Cómo no voy a favorecer a Israel? Porque les mandé: ‘Cuando comáis y quedéis              satisfechos, bendeciréis al Señor, vuestro Dios’ (Deut. 8:10), y son puntillosos [para dar gracias] sobre           un trozo de pan del tamaño de una aceituna [aunque no están saciados].”

¿Cuál es el significado de este rigor que el pueblo judío aceptó sobre sí mismo, para recitar la gracia después de las comidas (Birkat Hamazon) incluso por un pequeño trozo de pan? ¿Por qué debería esto ganarles un trato especial?

¿Cuándo es apropiada la clemencia?

Si bien la indulgencia suena como algo bueno, este no es necesariamente el caso. Somos castigados por las malas acciones, no por retribución Divina o venganza, sino para dirigirnos al camino correcto. Incluso si un individuo está lleno de méritos y buenas obras, no se beneficiará de un indulto, incluso por el más mínimo de los errores. Sin la medida adecuada de la justicia divina, no aprendemos a enmendarnos y esforzarnos por alcanzar una perfección cada vez mayor.

Sin embargo, existe una situación en la que la ausencia de la justicia divina no tendrá un efecto adverso. Este caso involucra a un individuo que continuará esforzándose por mejorar incluso sin la llamada de atención Divina a la introspección y la contabilidad moral.

Tal persona debe haber adquirido la cualidad de hakarat ha-tov, aprecio sincero. Cuando se aplica a Dios y Su bondad, este rasgo es el colmo de la moralidad. Nuestro sentido de gratitud se intensifica cuando sentimos que somos los recipientes de bondad y compasión inmerecidas. Y la única forma como podemos devolver este favor es a través del crecimiento espiritual y ético, cumpliendo así la voluntad de Dios.

El individuo agradecido reconoce que la generosidad de Dios no es proporcional a sus acciones. Esta clemencia divina no solo no hará que se vuelva laxo en su conducta, sino que lo inspirará a trabajar aún más para mejorar, ya que tiene una razón adicional para apreciar los caminos de Dios.

Ahora podemos entender la respuesta de Dios a los ángeles. La explicación de que el pueblo judío merece una consideración especial porque recitan bendiciones incluso en pedazos de pan del tamaño de una aceituna no es solo una forma de ojo por ojo Divino. Más bien, su comportamiento es indicativo de una apreciación refinada de la bondad de Dios por su sustento físico, incluso más aguda que la que requiere la Torá.

La prueba de apreciación

Aquí hay un factor adicional en juego. Cuando las fechorías quedan impunes, ocurren dos procesos contradictorios. Por un lado, la indulgencia inmerecida refuerza nuestros sentimientos de gratitud. Por otro lado, podemos sentirnos atrapados por la sensación de que nuestras acciones no se toman en cuenta, entonces, ¿por qué molestarse en trabajar en la mejora ética y el crecimiento espiritual?

¿Qué sentimiento prevalecerá? Un individuo bendecido con fuertes rasgos de carácter pensará: Estoy en deuda con la compasión de Dios; por lo tanto, debo redoblar mis esfuerzos para mejorar. Una persona más débil, por otro lado, será engañada por el sentido erróneo de que Dios no controla completamente nuestras acciones.

¿Cómo podemos determinar qué forma de pensar triunfará? Aquí hay una prueba simple. Si una persona reconoce la bondad de Dios incluso cuando no se han satisfecho todas sus necesidades, esta es una señal segura de que ha sido bendecida con un sólido rasgo de aprecio. Tal persona tiene una comprensión correcta de la relación de Dios con Sus creaciones y reconoce que Dios hace todo para el bien. En este caso, podemos estar seguros de que, en un conflicto entre estos dos sentimientos —aprecio por la indulgencia de Dios y una impresión engañosa de una providencia divina limitada— prevalecerá el verdadero sentimiento de aprecio.

Por lo tanto, uno siente la necesidad de expresar gratitud incluso por una pequeña medida, incluso un trozo de pan del tamaño de una aceituna, a pesar de que todavía tiene hambre y sus necesidades no han sido satisfechas por completo; está claro que su sentido natural de apreciación es fuerte y saludable. El pueblo judío, que recita Birkat Hamazon incluso cuando no está saciado, demuestra su mentalidad innata de hakarat ha-tov, y siempre interpretará la indulgencia y consideración especial de Dios de la manera correcta.

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