Comprender el Sinaí: el principio de incertidumbre teológica
Comprender el Sinaí: el principio de incertidumbre teológica
Si dejamos de lado nuestras reconstrucciones nostálgicas e idealizadas del pasado, podemos participar en el presente cambiante con todas sus posibilidades y sorpresas.
Por Rabbi Herzl Hefter
Traducción y/o paráfrasis: drigs, CEJSPR
La era posmoderna en la que vivimos plantea desafíos sin precedentes a los cimientos sobre los que se asienta la fe tradicional. Deseo presentar una comprensión de la Revelación en el Sinaí que nos ayudará a enfrentar el desafío.
Aquellos de nosotros que recibimos una educación religiosa conservadora (minúscula “c”) nos nutrimos de las certezas de la tradición judía como se resume en las palabras iniciales de Maimónides en su Mishneh Torah:
Es el fundamento de los fundamentos y el pilar de toda sabiduría saber que hay algo [a saber, Dios] que existió antes que cualquier otra cosa…
El desafío único que plantea la posmodernidad a la fe tradicional no se refiere a artículos de fe particulares tales como, la existencia de Dios o el origen divino de la Torá. El posmodernismo no socava tanto lo que creemos, sino cómo creemos. Estamos acostumbrados a pensar que nuestras creencias centrales, derivadas del corpus de la tradición, apuntan de manera clara a verdades metafísicas objetivas. Esto es lo que quiero decir con el cómo creemos. La posmodernidad está reñida con esta forma de creer. Se considera que los sistemas de creencias son productos de la civilización particular que los generó. Sería el pecado capital de la posmodernidad insistir en la superioridad absoluta del sistema de creencias de una civilización sobre otra.
De hecho, la posmodernidad es hostil hacia cualquier sistema totalizador de creencias o método interpretativo. Nietzsche desacreditó el deseo humano de construir sistemas.
La voluntad de un sistema: (en un filósofo, moralmente hablando), una sutil corrupción, una enfermedad del carácter; moralmente hablando, su voluntad de parecer más estúpido de lo que es… No soy lo suficientemente intolerante para un sistema, y ni siquiera para mi sistema”. (Ver Kaufmann, Nietzsche p. 80)
El filósofo francés posmoderno Jean Francois Lyotard lo expresó de esta manera: “Simplificando al extremo, defino lo posmoderno como la incredulidad hacia las meta-narrativas”. Por meta-narrativas Lyotard entendía narrativas totalizadoras como la redención de la humanidad en el cristianismo, la utopía de Marx o el triunfo de la ciencia. Esta actitud se aplica igualmente a las narraciones de la Torá, junto con nuestro sistema halájico que exige un comportamiento normativo.
Las ramificaciones de las cosmovisiones en conflicto son muy significativas para los miembros de la comunidad ortodoxa moderna. Por un lado, respetamos el derecho del otro a sus creencias, aunque difieran fundamentalmente de las nuestras. Adoptamos valores democráticos occidentales básicos como la igualdad de todas las razas y entre los sexos. Por otro lado, en nuestra vida religiosa, nos aferramos tenazmente a la verdad absoluta de nuestra propia meta narrativa. Vivimos la existencia bifurcada defendida por el maskil ruso de mediados del siglo XIX, Judah Leib Gordon, como el ideal de Haskalah: “Sé un judío en tu casa y un hombre fuera de ella”.
El llamado de J.L. Gordon para divorciar nuestro judaísmo de nuestra humanidad tiene consecuencias graves, si no trágicas, para ambos. Su enfoque engendra el fenómeno psicológico de la disonancia cognitiva, el estado mental resultante del conflicto entre las creencias establecidas y la forma de vida. Este estado de cosas provoca sufrimiento psíquico y es insostenible a largo plazo. Si nos aventuramos a contemplar nuestra situación, estamos insatisfechos con nuestra vida religiosa. Nuestros hijos lo sienten y se ha vuelto cada vez más difícil transmitir nuestra tradición a la próxima generación.
Propongo un enfoque alternativo, al que me refiero como el Principio de Incertidumbre Teológica, que nos permite comprometernos con un mundo que cuestiona la existencia de verdades objetivas, desconfía de la autoridad y es escéptico de todos los sistemas de creencias, mientras que al mismo tiempo construye un marco para la creencia y la práctica que es auténtica e intelectualmente honesta.
El principio de incertidumbre teológica
“El Principio de Incertidumbre Teológica” surge de las enseñanzas del rabino Mordechai Yosef Leiner de Izbica (1800-1854). Consideremos el siguiente comentario ofrecido en su obra, Mei HaShiloah sobre Parashat Yitro:
Yo (Anokhi) soy el Señor tu Dios.” El versículo no dice “Ani”, pues si dijera “Ani” eso implicaría que el Santo Bendito Sea reveló entonces la totalidad de Su luz a Israel, excluyendo la posibilidad de profundizar más en sus palabras, pues todo ya estaría revelado. Sin embargo, la letra “khaph” (de Anokhi) denota que la revelación no está completa, sino simplemente una estimación y comparación con la luz que Dios revelará en el futuro”. [R. Mordechai Yosef se refiere al fenómeno gramatical hebreo llamado Khaph ha dimayon, el khaph de comparación o aproximación.]
Según R. Mordechai Yosef, entonces, la revelación en el Sinaí, el paradigma de todas las revelaciones posteriores, debe abordarse con gran humildad y comprenderse como una imagen parcial e incompleta de lo divino, simplemente como una aproximación de la verdad divina.
Este entendimiento está en desacuerdo con la creencia tradicionalmente sostenida de que la revelación en el Sinaí fue perfecta, que la Torá, y cómo generalmente la interpretamos, se transmitió más o menos completa de Moisés a los Ancianos de Israel y así sucesivamente, y que los judíos posteriores en la historia harán un esfuerzo por recuperar la claridad de ese momento prístino e íntimo con Dios. El Mei HaShiloah no solo contradice este enfoque, sino que llega a afirmar que insistir en una revelación perfectamente clara equivale a idolatría.
“La razón por la cual el Mandamiento de Tú no te harás una imagen tallada [sigue el mandamiento de anokhi]… es porque una imagen tallada se corta de acuerdo con dimensiones específicas, perfecta, sin nada… esto es para enseñarnos que nada se revela al hombre por completo.”
La comprensión total de lo Divino no deja lugar para el desarrollo humano y es una distorsión de la revelación. Las profundidades de la realidad divina y de la voluntad divina son infinitas, y necesariamente deben desplegarse en el tiempo. La percepción de la revelación en el Sinaí como una completa, resulta ser solo una proyección de nosotros mismos. Estaríamos creando a Dios a nuestra imagen.
Las ramificaciones de este enfoque alternativo son monumentales tanto en el plano de la meta-narrativa como en el plano individual-religioso. A nivel meta-narrativo, R. Mordechai Yosef nos enseña que un sistema con pretensiones de explicar todo en los términos más ciertos debe ser ingenuo e ignorante del mundo complejo y en constante cambio en el que vivimos. Nuestra meta-narrativa debe encarnar un principio diametralmente opuesto a la naturaleza misma de las meta-narrativas: la incertidumbre. El Principio de Incertidumbre Teológica ofrece una tradición judía menos caracterizada por el compromiso con una memoria nostálgica e idealizada del pasado y no obsesionada con reconstruir épocas de perfección percibida y con mayor autoridad, sino más bien comprometida con el presente en constante cambio con sus infinitas posibilidades y sorpresas.
En el plano individual-religioso, antes de este enfoque, generalmente equiparábamos la certeza y la fe firme como más “religiosas”. De hecho, el “Principio de Incertidumbre Teológica” afirma que es exactamente lo contrario. La incertidumbre es una parte esencial de la topografía espiritual creada por Dios que habitamos. El conocimiento no requiere Fe. La fe sólo puede existir donde reina la incertidumbre. Los obstáculos que superamos y la vida que vivimos en el paisaje de la incertidumbre es espiritualmente edificante; es precisamente aquí que nos desarrollamos como seres humanos religiosos devotos.
El Principio de Incertidumbre Teológica proporciona una apertura para la auténtica humildad y una fe más profunda en Dios.